VENGANZA
El destello de
las luces a lo lejos, marcaba el final del viaje. Pensamientos oscuros velaban
la mente de Marina, sus manos se crispaban retorciendo sus dedos en un
movimiento continuo, haciendo una pausa solo para saber la hora exacta.
Estaba tan inconscientemente despierta que no advirtió al
joven que la observaba desde que saliera de la terminal.
En su mente,
solo la obsesión reinaba. Únicamente podía concentrarse en una persona, Sofía,
quería encontrarla, tenerla frente a frente para poder mirarla a los ojos y
poder lograr comprender el porqué de lo sucedido.
Cuando llegó,
bajó apresurada, de manera tosca, llevándose todo por delante, equipajes y
gente, poseída por un ser interior que la guiaba de manera compulsiva.
Subió a un
taxi que la dejó a varias cuadras de la dirección que buscaba, hacía demasiado
calor, sin embargo prefirió caminar, no era su intención hacer alarde de su
presencia, necesitaba pasar desapercibida en el vecindario.
Caminó despacio, frotando sus manos con movimiento de
nerviosismo.
Cuando estuvo frente
a la puerta, transpirada y casi sin respiración, intentó reponerse y calmar su
ansiedad.
Chequeó la
dirección con el papel que llevaba en su bolso, debía estar segura, no podía
equivocarse. Tantas horas de viaje para ésto, para saber el porqué de tanta
humillación, de tantos meses de engaño, tantas mentiras que ella creyó
inocentemente como si fuese una niña, tanto descaro, tanto dolor.
Estaba
decidida a todo, no podía errar, le costó mucho llegar hasta aquí y no se iría
sin haber hecho justicia, su justicia.
Tocó el timbre
dos veces antes de que en la puerta apareciera Sofía.
Al fin estaban frente a frente, no necesitaron palabras,
las miradas hablaban claramente.
Marina,
dictando sentencia y Sofía, adivinando la condena. Con el impulso que abraza el
miedo, Sofía intentó cerrar la puerta,
sin embargo, el dedo acusador de Marina apuntó directamente a su cabeza.
Sofía tembló
de pánico mojándose en su orín, cubrió su rostro con sus manos en gesto de
defensa cerrando fuertemente sus ojos celestes.
El disparo
detonó fuerte en el silencio. Luego de unos segundos de parálisis los abrió
lentamente para ver el horror.
Marina yacía a
sus pies, bañada de lluvia y sangre, la tormenta se había desatado segundos
antes, como presagio de la tragedia. Sofía vomitó de espanto, mientras veía correr
a lo lejos al chico del tren, aquel que siguió a Marina desde que bajara en la
estación para arrebatarle el bolso.
Marina estuvo
ciega planeando su venganza, quería cobrarse lo que le robaron. Pensaba que si
ella no podía ser feliz, su marido y su amiga infiel tampoco lo serían.
Ironías que tiene la vida, ella fue a vengarse y el
destino también de eso la privó.
NOEMÍ MOCCO
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