NO EXISTIR
Todo se había nublado,
desaparecieron las luces de todas las esperanzas que había recolectado en una
pequeña cajita de pequeñísimas posibilidades de poder ser feliz, sí, feliz
aunque sea por unos breves segundos en su insignificante vida.
De pronto todo fue lo mismo,
pasado y futuro se conjugaron en un presente vacío de destruidas emociones, sí,
destruidas, boicoteadas por la incomprensible realidad etérea, sí, etérea. De repente
no supo que fue real y que no lo fue, que imaginó, que soñó, que vivió
realmente, que pesadilla desató la locura de lo inexcusable.
Ya nada importaba, todo era lo
mismo, el presente no existía, por eso no correspondía su permanencia en ese
lugar donde sentía que molestaba, que estaba demás, fastidiando, incomodando a
muchos y espantando a otros.
En un momento no sintió su
cuerpo, solo su mente guiaba los movimientos mientras sus ojos observaban a sus
manos abrir las llaves de un gas silencioso y perverso.
La razón se había ido, dejándola
a la deriva y una sonrisa llena de ternura le hizo una caricia a su corazón
cansado de sufrir.
Con un gesto lento sus manos se
posaron en su pecho presionándolo suavemente en consuelo de la decisión tomada,
única puerta de escape a lo que ya no quería oír ni ver más.
Recostándose en su cama se abrazó
dulcemente, último mimo desesperado de amor.
Su mente quedó en blanco, ya nada
existiría, no habría reproches ni culpas, no tendría explicaciones que dar, sus
errores se borrarían, todo quedaría atrás.
No había lágrimas, ni recuerdos,
ni pensamientos, solo la espera de un sueño tranquilo donde podría soñar con
libertad. Se quedó quieta oyendo la permanente música del gas que danzaba por
los rincones invitándola a bailar, aceptando ella encantada la melodía que
adormecía su conciencia extraviando la lógica que no la dejaba pensar.
Pero recordó a alguien, a esa
persona a quien ella amaba de verdad, pensó con su último resabio de razón, en
que debía despedirse, decirle adiós. Con mucha dificultad marcó su número en el
celular y al escuchar su voz se estremecieron sus fibras más íntimas, esas que
marcan el dolor, las que desgarran el alma, las que inundan los ojos volcando
afuera las suplicas del perdón.
Entonces habló de sus tristezas,
se confesó como si se lo contara a Dios, buscó aferrarse a ese hilo de
esperanza, abrazarse a su amor. Se dejó guiar por aquella voz que le hablaba
muy calmadamente y obedeciendo sus consejos desandó los pasos que marcaron la
locura y la decepción, vislumbrando a lo lejos, aquella luz que podría encender
nuevamente la esperanza de renacer a un mundo diferente, con sensaciones nuevas
que la lleven a lo que siempre buscó, un poquito de cariño, de paz, de pleno de
amor.
Cerró el paso del gas, abrió
puertas y ventanas, vomitó las amarguras, se aferró fuertemente,
incondicionalmente a quien le mostró que es posible vivir el amor.
Y ella, entre cortados llantos
supo al fin que Dios o el universo siempre da otra oportunidad, que todo es
posible, que hoy el presente existe y se llama amor, amor con mayúsculas, donde
crecen alas de libertad.
NOEMI MOCCO D/R