. CAMPANA DE MI
ESCUELA
Aquí estás, siempre esperando, siempre fría ante quienes
pasan a tu lado, con ese dorado bronce, imponiendo respeto a quienes jugando se
burlan, y tiran de la cuerda golpeando tu corazón. Gritas ante el dolor, ¡tan!
…tan! …tan! …y el eco resuena por los rincones de toda la escuela. ¡Recreo!
gritan los chicos agolpándose en la puerta del salón para llegar primero al
patio, pero la voz enérgica de la maestra ordenando volver ¡cada uno a su sitio!
los frena en la carrera, para darse cuenta de que una vez más, alguien volvió a
hacer una travesura. Levanto los ojos, y te miro desde abajo, mientras juego
con el péndulo de tu cuerda que toca mi cabeza. Eres hueca por dentro, proteges
a la bola de bronce, esa, que guardas con recelo, la misma que te golpea para
que resuenes al viento. Hueca es también María, quien por culpa de ella estoy
parada aquí debajo de ti, porque no me creyeron que fue ella, la que tiró la
tiza al maestro. Tengo rabia y me tiento por golpearte si no fuera que
escucharían tu grito delatando mi descontento.
Porque no te quejas del maltrato que recibes a la entrada
de clases, y en cada uno de los recreos, o cuando volvemos a casa y nos ponemos
contentos. Todos se alegran cuando suenas y creen que cantas a los cuatro
vientos, lo mismo que la de la iglesia que canta glorias al cielo. Yo solo veo
que te golpean, que te hacen bullying como a mis compañeros, que te pusieron
aquí en penitencia, como mí, y piensan que así seré mas bueno. Sonríe campana,
sonríe siempre, que los niños vean que eres feliz al verlos, que piensen que
cantas loas al firmamento y que no vean cómo te mellas por dentro, cada vez que
los alegras cuando llamas a recreo.
Noemí Mocco / derechos reservados
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